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Eran sus tierras. Cada cabeza lo advertía. Siempre tuvo esta magnífica, estupenda esencia de niño valiente, siempre dispuesto a enfrentar cualquier crimen y a su criminal como si esto no implicara peligro alguno. Pero eventualmente era detenido por alguno de sus tutores. La falta de amor paterno, quizás. Su madre no supo nunca qué decir, pero no habían paabras que, por mas que acudieran a la explicación requerida, rellenaran aquel vacío. En su sonrisa podía uno ver que, por sobre esa expresión de confianza propia, se encontraba un alma llena de bondad, Y de tristeza; siempre oculta a su percepción.
Hubiera sido así siempre.
Ahora el encargado de las puertas del Dinferno Dracario se encontraba varado, ensimismado en un abismo, una encrucijada. Su dragón compartía su agonía, mientras, ostentando sus gloriosas escamas incrustadas en un pesado humo negro que, como si fuera piel cubría todo su cuerpo, anulaba cualquier pensamiento de rebeldía en sus prisioneros; en sus esclavos. A eso se le sumaba la indiscutible fuerza de sus llantos, que a paso agigantado destruía hectáreas con solo hacer el esfuerzo de pensarlo.
Las tierras eran suyas. Cada cabeza clavada a una estaca de las que abundaban en los alrededores de su gran fortaleza cumplía su función de recordarlo. Nadie se acercaba, pero nadie se iba. Toda bondad había desaparecido. El día en que su tristeza se gano un lugar de nuevo en su conciencia, ni su notoria confianza quedó en pie ante semejante poder oscuro. Cuando su sangre se transformó en llanto Dracario, cuando sus ojos reflejaron el dueto milenario; cuando su familia se borró de su memoria, ese día los cielos cobraron muerte. Y los dragones cobraron vida de nuevo.
Pero su encrucijada no era una duda. Semejante poder no traería consigo la posibilidad de semejante falencia.
Y esa encrucijada no era un asunto menor, no para el pueblo, no para los esclavos.
Ese día, esa encrucijada, esa lucha interna. Fue siempre su bondad, su carisma, su interés, que permaneció dentro de sí, esperando el momento para revelarse.
Tërryn nunca murió. Siempre observó. Fuera de su percepción.
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Part of the Fantasy collection
Published on September 10, 2014
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