Luz para mis ojos

Desperté aturdido aquel instante. Desgraciadamente no reconocí el lugar, estaba oscuro. Me levanté lentamente. El dolor en mi espalda estaba disipándose, y comenzaba a sentir un cierto alivio.

De a poco, mis ojos, comenzaron a acostumbrarse a la escasez de luz en el lugar. Me encontraba en una especie de túnel. Era como si infinitos arcos de una especie de planta espinosa estuviesen yuxtapuestos.

Decidí caminar hacia atrás, pero topé con una pared negra. Resultó evidente que debería hacerlo hacia adelante, hasta encontrar algún sendero para salir de allí. Quise correr y pedir ayuda, buscar a mi familia, pero no sabía si la tenía. Me dí cuenta que no conocía mi identidad, no había noción de mi pasado en los rincones de mi mente.

Me abrumó la desesperación. Intentaba recordar, pero nada acudía a mi memoria. Deseaba escapar de aquella pesadilla, despertar y encontrar a alguien a mi lado que pudiera esclarecer mi realidad.

Volteé mi mirada hacia la derecha, y vi la sombra de una persona. Me acerqué despacio. Finalmente pude ver con más claridad, y distinguí un hombre colgado. Se encontraba adherido a la pared del arco, y de su cuerpo aparecían gajos espinosos, como si esas plantas se nutriesen de su sangre.

Comencé a correr. No podía ver dónde pisaba, sólo corría hacia delante. Una roca se interpuso en mi camino, caí golpeando secamente el suelo. Al girar mi cabeza, descubrí que era un cráneo humano. Bichos extraños y desagradables salían de los orificios oculares. Todo era confuso en aquel territorio desconocido.

El pánico me invadió.

Barajé la posibilidad, de que quizás, había sido secuestrado y realizado alguna clase de lavaje cerebral. No podría saberlo, estaba completamente solo.

Me levanté. Vi a lo lejos, lo que parecía ser la luz de la luna. Talvez el túnel terminaba en una playa, y la luz se colaba por el hueco de salida. Tenía que averiguarlo.

Mirando fijamente hacia aquella luminosidad, me puse en marcha. Decidí no mirar para atrás ni a mis costados. Debía seguir esa senda. Caminé largas horas, y afortunadamente, la luz comenzaba a intensificarse. El final era difuso, pero descubrí que la luna no era la fuente q proporcionaba esos destellos cegadores. Pensé que un reflector sería capaz de proporcionar esa luz tan brillante, asumí esa hipótesi, en realidad poco me importaba debido a mi grado de desesperación.

Ya a pocos metros, mis ojos no toleraron la incandescencia, los tuve que cerrar.

Me dejé invadir por el cálido reflejo luminoso y crucé el umbral.

Fue en ese momento, cuando los recuerdos ingresaron a mi cerebro. Recordé caminar por la plaza principal de la ciudad con un ramo de rosas blancas. Una hermosa mujer me saludaba vivazmente desde la acera de enfrente. Crucé la inmensa avenida…. Histéricas bocinas resonaron en mis oídos, y con un fuerte dolor en mi espalda, me sumergí en un sueño eterno.