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Un mundo de sueños (III)

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El tiempo pasa como hojas que lleva el viento. Y Amena, quien había encontrado al fin un amigo no hacía mucho, miró atrás para ver los instantes transcurridos a lado de Sian Ka’an, y se percató de que había transcurrido año y medio desde su primer encuentro. Ahora tenía nueve años. Sin embargo, a veces el viento sopla con mayor intensidad que en otras ocasiones y mueve la hojarasca de formas violentas. De esa manera se sentía Amena por dentro, pues se encontraba ahora en una encrucijada del destino…


No hacía mucho, se había topado con una persona que, al igual que ella, podía ver y oír a seres no físicos, además de percibir el aura de la gente. La había conocido en la parada del autobús, la cual ambas frecuentaban, por lo que se veían casi todos los días. Era desconcertante, pero al mismo tiempo fantástico. Esa persona se hacía llamar así misma “Abuela” (algo extraño considerando que tenía sólo 34 años). Tenía grandes poderes psíquicos: podía mover objetos con la mente e incluso tenía la capacidad de convertirse en un animal o una planta con sólo poner su intención en ello. Poseía aparte una enorme sabiduría, lo que la convertía en excelente confidente: Amena le contaba cualquier cosa que veía o vivía, incluida su situación con Sian Ka’an; le contó que el acceso a él era restringido, que su morada era una dimensión creada por los Ancianos de los Días, además de la forma en que lograba visitarlo. Abuela estaba fascinada con todas las historias de la niña, y viceversa. Ella era la persona indicada que la niña había atraído para sí: tuvieron muchas pláticas, compartieron muchas risas, y disfrutaron bellos momentos juntas. Era el paraíso en la tierra… hasta que le hizo aquella propuesta.

-¿Sabías que tienes un don muy especial?-le preguntó una vez.

-¿Cuál?- respondió Amena.

-Hablas el idioma universal de manera innata. Sian Ka’an es un ser muy antiguo, y si no hablaras el lenguaje que ha existido desde la creación del cosmos, de ninguna manera te entendería. Por ende, deduzco que tu vida pasada fue probablemente muy larga; quizás de miles y miles de años, y además repleta de conocimiento.

La niña sonrió.

-Sian Ka’an dice que soy de la constelación de Las Siete Hermanas.

Abuela abrió los ojos llenos de sorpresa, mientras que Amena frunció el ceño al ver la reacción de su amiga.

-¿Pasa algo?

-Me asombra que él conozca las Pléyades… -musitó casi para sí.- Pero más aún que… les llame de esa manera. Por otro lado su nombre… pensé que era una coincidencia, pero con lo que me dices…

-¿Qué ocurre?-preguntó la niña, repleta de curiosidad.

-Yo soy de ascendencia maya, Amena. El nombre “Sian Ka’an” existe en mi idioma y significa: “el lugar donde inicia el cielo”. Además, mi pueblo conocía de las Pléyades, pero no les llamaba de esa forma: les conocían como “El cascabel” o “Las Siete Hermanas”.

La niña abrió los ojos como platos.

-¡Pero… pero si es el mismo significado! Ka’an me dio la misma definición.

-¿No te ha dicho como se llama su lugar de origen?-preguntó.

-Su planeta se llamaba Ameyal, -respondió Amena. -pero ya no existe. No me ha dicho nada más al respecto, así que no te sabría decir las causas de que haya desaparecido… aunque intuyo que posiblemente alguien lo destruyó. Siempre se le ve la mirada triste cuando se lo menciono, así que evito hablarle de eso.

-Adivinaré entonces: ¿Ameyal significa “manantial”?

La niña se sentía cada vez más asombrada.

-¡Sí! Es increíble: ¿cómo lo sabes?

Abuela sonrió.

-Porque en el idioma maya eso significa.

Amena frunció el ceño.

-Pero la cultura de Ka’an desapareció hace mucho tiempo.

Abuela le miró con ternura.

-Créeme: eso es lo que más me tiene impresionada. Estoy aprendiendo contigo que quizás hubo más sobrevivientes de esa raza aparte de tu amigo, y que, al morir su planeta, se dedicaron a seguir ayudando a otros pueblos, tal como lo habían hecho en el pasado; entre ellos el mío.

Amena se sentía totalmente conmovida: si eso era cierto, entonces Sian Ka’an quizás no era el único de su tipo. Si él había logrado vivir tanto tiempo, probablemente aquellos posibles “otros” también.

-Qué hermoso: -susurró. - aún después de que su cultura se extinguió, la huella de sus acciones sigue presente. Ellos podrán haber muerto, pero su legado está en nosotros.

-¿Sabes cómo se le llama a eso?-preguntó Abuela.

-No.

-Trascendencia. Lo que verdaderamente deja marca en este Macrocosmos, mi pequeña, es el amor que das a los demás. He ahí la prueba; he ahí la huella más profunda. Claro que todas estas conjeturas sobre ese planeta no dejan de ser más que una mera hipótesis: quizás no fue la gente de Ameyal, sino la de Pléyades u otra quien influyó en la cultura maya, ¡pero éstos, a su vez, fueron influenciados por el pueblo de Sian Ka’an en algún punto, y esa influencia llegó a nosotros! El punto es que, de una forma u otra, Ameyal sigue viva: está en cada cultura donde ellos estuvieron presentes.

Amena suspiró, y sin darse cuenta, pensó en voz alta.

-Como me gustaría poderme quedar con Ka’an para siempre. Cuando estoy con él, me siento muy feliz. Además me gustaría enseñarle a tocar violín o piano.

Abuela le dio una palmada en la cabeza.

-¡Ouch!, ¿por qué hiciste eso? –se quejó la niña.

-Porque andas soñando despierta: no me pusiste atención en lo más mínimo.

Amena se sonrojó.

-Lo siento. No vuelve a pasar.

Abuela suspiró resignada.

-¿Te gustaría poder irte a vivir con él?

Los ojos de la niña vibraron como estrellas titilantes en el firmamento.

-¿En… en verdad…? ¡¿En verdad tú podrías…?!

La mujer le sonrió.

-Sí: yo podría enseñarte. Pero a cambio de ello debes renunciar a algo.

-¡Lo que sea! -le cortó emocionada.- ¡No importa qué!

Abuela dudó.

-¿Estás segura? Ni siquiera te he dicho a lo que debes renunciar.

Amena le miró con determinación.

-Jamás había estado tan segura.

-¿Aunque eso signifique renunciar a Sian Ka’an por un tiempo?

Los ojos de Amena pasaron de luz a una sombra gris llamada confusión y tristeza.

-No lo entiendo… ¿Por qué debo dejar de visitarlo?

-No te desilusiones tan pronto –le calmó. – Lo que voy a enseñarte, si es que aceptas mi condición, es a viajar interdimensionalmente. Para ello, debes dejar todo apego atrás, y eso incluye al mismísimo Sian Ka’an. Vas a entrar a un espacio demasiado sagrado de tu corazón, y si vives en la mente, no podrás acceder a él.

La mirada de la niña empezó a humedecerse por las lágrimas.

-¡Pero si no estoy con él, entonces se va a quedar solo! Además no sé cuánto me tarde en poder llegar a viajar por las dimensiones. Ese lugar es muy inestable: ¡podrían pasar siglos antes de que él pueda volver a verme!

-La técnica requiere sacrificar el poco o mucho ego que pudieras tener, Amena. –insistió. –Sin embargo, la decisión es tuya.

La niña frunció el cejo.

-Pero si no estoy siendo egoísta.

Abuela arqueó una ceja.

-Yo diría que un poco. Pero bueno, ese análisis no me corresponde hacerlo. Descansa y piénsalo bien. Luego me dices el camino que hayas elegido.

Después de esa charla, Amena pensó días y días en aquella proposición. ¡Dios sabrá cuántas vueltas en su habitación se gastaron en esas horas de duda! Pero como en todo, siempre se llega la hora de una resolución, por lo que antes de elegir un camino, Amena decidió contarle todo lo acontecido al mismísimo Sian Ka’an. Sólo él, con su sabiduría, sabría iluminarle.


Canción para este capítulo: Joe Hisaishi- The Name of Life (Spirited Away)

https://www.youtube.com/watch?v=QL8N4QcnpWE


Capítulo 8. La fe es el estado natural del alma

Sian Ka’an observaba calmo los prados verdiazules mientras el viento soplaba con vehemencia. Susurros anónimos acariciaban su rostro a la par que sus pensamientos divagaban en la extrañeza del fenómeno, pues en toda su estancia, jamás había sentido el movimiento del aire. ¿Misterios de la vida? ¿O era algo más? Aún con incertidumbre, optó por entregarse al momento y disfrutar la brisa, aunque no por mucho tiempo, pues de repente, y como solía pasar muy a menudo, se oyó una vocecita tímida a sus espaldas.

-Hola, Ka’an.

Éste volteó con ternura, y al toparse con la figura diminuta de Amena, extendió los brazos.

-Ven, pequeña.

Al ver la expresión tan cálida y efusiva de Sian Ka’an, la niña no pudo evitar la entrada de ese sentimiento que le decía la probabilidad de un último encuentro, por lo que corrió y se afianzó de su pierna con fuerza.

Sian Ka’an, tan amoroso como solía serlo, la cargó en sus brazos para abrazarla y consolarla.

-¿Qué tienes, Amena? Tu aura se ve extraña.

La niña no hacía más que prensarse de su amigo con fuerza. Al ver que quizás no hablaría, la paseó un rato por los prados de su morada. Le señalaba las flores, las rocas, incluso trató de jugar con ella, pero nada parecía animarla. Decidido a darle confianza, la sentó en una piedra y se inclinó a su altura para verla frente a frente.

-Amena, sé que algo te ha pasado: puedo sentirlo. Sin embargo, no voy a presionarte para que me digas lo que ocurre. Sólo quiero que sepas que si tienes algún problema, siempre estaré dispuesto a escucharte.

Dicho esto, le levantó su mentón suavemente con la mano.

-Ahora, ¿qué te parece si nos sentamos en el pasto y disfrutamos de la vista?

La niña levantó su mirada tímidamente.

-Es que… tengo que decírtelo: es importante.

Sian Ka’an le miró paternal.

-Muy bien: escucho entonces.

Amena suspiró.

-El otro día hice una amiga. Es… una señora con poderes psíquicos al igual que yo. Pero bueno, el chiste es que me dijo que podía enseñarme a viajar entre dimensiones por medio de mi corazón.

Sian Ka’an arqueó las cejas, evidentemente asombrado y contento.

-¡Increíble, Amena! Te felicito. Eso significa que dentro de poco vas a aprender a utilizar el Merkaba.

La niña frunció el ceño.

-¿El qué?

El ameyaliano le sonrió.

-Mer-ka-ba. Es un campo en forma de estrella tetraédrica que está alrededor de tu cuerpo y el de todos los seres en evolución.

Sian Ka’an entonces juntó sus manos para luego separarlas con lentitud, mostrándole a la niña el holograma del mismo. Después, prosiguió con su explicación.

-Por lo general se encuentra inactivo, pero por medio de una meditación especial puedes hacer uso de él. Es la herramienta de ascensión por excelencia.

La niña agachó la mirada.

-Pues suena interesante.

Sian Ka’an frunció el ceño.

-Amena: ¿no te has dado cuenta que una oportunidad así, en un mundo como el tuyo, es única? Vamos, es un regalo maravilloso lo que la vida te está ofreciendo: yo te recomendaría que no la desaprovecharas. Es sumamente hermoso: puedes viajar a la Cuarta, Quinta, Sexta dimensión… ¡únicamente enfocándote en ello! Si logras dominar bien el Merkaba, podrás quedarte en esos lugares el tiempo que quieras, pues una de las ventajas es que tu cuerpo te acompaña en todo el recorrido: no es sólo el espíritu el que viaja.

-Es que ella me puso una condición para enseñarme. –insistió.

Sian Ka’an le observó empático.

-Y ¿cuál es?

La niña le miró entonces con dolor en sus ojos.

-Debo… dejar de visitarte:.. según ella… debo deshacerme de mis apegos y el ego que haya generado. Yo no tengo ningún apego contigo, y aún así… me pide eso. ¡No quiero dejarte sólo!

Sian Ka’an le miró con compasión.

-¿Sólo por eso?

La niña le miró con el ceño fruncido.

-No sé cuánto me tarde. Ella me dijo que dependía mucho de mí, pero eso puede llevarme toda una vida. –Amena suspiró. -Dime tú: ¿de qué sirve toda la iluminación del mundo si al final estás solo? ¿De qué sirve desarrollar mucho amor si no lo vuelcas sobre alguien?

-Tu maestra quiere que amplíes tu visión y veas el bosque, no sólo el árbol. Sobre mí, no te preocupes, Amena. Nos volveremos a ver tarde o temprano: estoy muy seguro de ello.

Amena le miró angustiada.

-Pero... ¿cómo puedes estar tan seguro? Ni yo lo sé.

Sian Ka’an le sonrió con una paz hermosa.

-Eso es porque confío en ti.

-Pero…

-Lo único que te falta –le interrumpió. –es creer en ti misma. Ten fe, Amena. Tú eres divina y eres capaz de cualquier cosa que te propongas. Si crees en tu divinidad, entonces no habrá obstáculo que te detenga.

La niña se contagió entonces de la paz de su amigo.

-¿Cómo es que puedes estar tan tranquilo?

-Porque te amo, mi pequeña; lo suficiente como para dejarte ir. No me duele dejarte volar: lo único que quiero es verte crecer y ser feliz. Mi corazón me dice que esa mujer va a enseñarte bien, así que no tengo nada de qué preocuparme.

Amena se le llenaron los ojos de lágrimas, y luego le abrazó con fuerza.

-¡Gracias, Ka’an! Gracias por llenarme de valor. Me preocupaba tanto dejarte solo… Has sido un gran amigo todo este tiempo.

El ameyaliano acarició los cabellos de la pequeña con dulzura.

-Tú también.

Dicho esto, se separó un poco de ella, puso su mano sobre el corazón de la niña, y luego dijo unas palabras en un idioma extraño. Mientras recitaba su oración, Amena sintió un calor suave y gentil proviniendo de la mano de Sian Ka’an que le llenó de paz. Cerró los ojos, sintiendo que cada segundo era llenarse de tranquilidad. La fe de su amigo fue entonces transmitida a su alma, y nunca le dejaría durante su viaje al interior de su corazón. Acabado de darle la bendición según las tradiciones de Ameyal, éste le tomó de ambos hombros.

-In lak’ech, hala ken, Amena. Así ahora… así siempre.

La niña le vio con curiosidad.

-¿Qué hiciste?

Sian Ka’an le respondió con una amplia sonrisa.

-Te acabo de desear buen viaje. Ahora ve y crece en conciencia, hermanita. Sé la luz en la oscuridad. Y… ten fe en ti misma.

La niña asintió, esta vez llena de la luz de la esperanza en sus ojos, y justo como cuando se encontraron por primera vez, desapareció en un dorado que se difuminó poco a poco… poco a poco… hasta no dejar rastro alguno en aquella prisión de dimensiones obtusas.

<< Hasta que la Vida nos reúna de nuevo… Amena.>>


Fin de la primera parte


Canción del capítulo: "When you believe" de Celtic Woman

https://www.youtube.com/watch?v=eLET3M-58Cs



Capítulos anteriores:

1-3 --> https://www.launchora.com/story/35884/details

4-6 --> https://www.launchora.com/story/37612/details



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Un mundo de sueños (III)

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Published on February 06, 2016

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